lunes, 17 de septiembre de 2007
“Por los caminos de mi Tierra”
Prof. José Antonio Méndez de León
En 1996, todavía en medio de la guerra interna salimos para Petén, eran como catorce horas de viaje hasta la cabecera de Santa Elena. Nuestra misión era ir allá para servir a Dios en un ministerio llamado "Cosecha al Mundo", íbamos para enseñar inglés a la comunidad de Jobompiche, en las riberas de Lago Petén Itzá. Salimos de la Ciudad Capital muy temprano, un amigo y su familia ofreció llevarnos. El camino fue largo, pero más corto que en autobús. Nos agarró la noche en la población de San Luis luego de pasar por el Río Dulce en el departamento de Izabal. Pernoctamos dentro de la camioneta station wagon y comimos algunas de las provisiones que traíamos. Al día siguiente salimos temprano hacia Santa Elena y llegamos a medio día, íbamos despacio. Para variar tuvimos un incidente con la aceitera del station wagon pero lo pudimos reparar a tiempo. Los amigos se regresaron luego y nos quedamos en casa de Dennis y Doris Rice en San Benito, población adyacente a Santa Elena y famosa por sus bares y la delincuencia. Sin embargo, estos misioneros vivían en la mejor casita de la población con todas las comodidades, ¡menos aire acondicionado!
El primer año lo pasamos dando clases a los niños y niñas de la escuelita local en Jobompiche, una aldea a la orilla del gran Lago. El clima en Petén es muy cálido, teníamos días de más de 40 grados centígrados. Los niños y niñas estaban muy entusiasmados pues nunca habían oído el inglés, era algo tan novedoso para ellos. Las clases eran por las tardes, Dennis y Doris nos llevaban en su camioneta (wagon) y nos quedábamos a dormir en la aldea, algunas veces en casa de Manuel el profesor de la escuelita local, otras donde Felipe uno de los estudiantes adultos. Esta última casita era del más humilde, dormíamos en una hamaca. El viaje hacia esta pequeñísima aldea nos tomaba alrededor de una hora partiendo de la cabecera Santa Elena por la carretera que va hacia el Parque Nacional Tikal y desviándose hacia el occidente. Jobompiche está sobre la mera orilla del gran Lago Petén Itzá. Esta aldeíta tendría unos trescientos habitantes, a lo más, mayormente de la étnia K´eqchi. Las clases de inglés las dábamos por la tarde, con aquellos grandes calores, cantábamos el albafeto inglés con nuestra guitarra y luego hacíamos concursos a ver quién podía repetir mejor palabras y verbos. Seguidamente trabajábamos con adultos, hombres y mujeres, los padres y madres de los niños. Por la tarde nos sentábamos a la orilla del lago, en alguna chozita, columpiándonos en una sabrosa hamaca tomando café y algunos tamalitos y escuchando cuentos populares de Petén e historias del todavía vigente conflicto armado. En esta área ya no hay vegetación selvática pues todo ha sido arrasado para las milpas, pero la vista del Lago es preciosa. Algunas noches asistíamos al culto de la iglesia local. La gente llegaba desde las siete de la noche, hombres y mujeres, jóvenes, señoras con sus niños en brazos, ancianos. El culto se extendía hasta las once de la noche y como era sábado el desvelo no importaba. El calor nos hacía sudar pero cantábamos y alabábamos toda la noche. Al finalizar el servicio las señoras nos ofrecían un delicioso atolito con pan o tortillas. Al día siguiente salíamos para Santa Elena en el bus de la madrugada.
Más tarde nos trasladamos a la Isla de Flores, éste es u n lugar encantador, una islita con un perímetro de un kilómetro y medio, se puede dar la vuelta en bicicleta un sin fin de veces. Primero fuimos a vivir donde Doña Minita, una señora muy amable que tenía pensionistas. La casa quedaba en lo más alto de la Isla casi frente al Parque. En Flores encontrábamos de todo, farmacias, bancos, restaurantes de primera y hoteles preciosos como la "Casona del Lago", al cabo del tiempo y por conveniencia personal nos trasladamos a "La Posada del Peregrino" un hotelito muy cómodo y económico con un buen restaurante. Allí hicimos muy buenas amistades, recordamos en especial a Wilder (ahora un gran licenciado), Nelvis, gran amigo, Ramón el Director de INTECAP, etc. Fuimos contratados por esta última empresa para dar inglés en Santa Elena, todos los días bajábamos en bicicleta a Santa Elena a través del relleno que comunica con la Isla, trabajábamos con gente preciosa, como Walter, César, Lety, Maria Elena, etc. Por las mañanas, a medio día, bajo aquel sol calcinante salíamos a correr por la carretera que va hacia Tikal, pasando por la Zona Militar llamada "La 23", así es que nos mantuvimos en forma.
Los días domingos algunas veces íbamos a la iglesia por las tardes y luego a comer Tepezcuintle en un restaurante arriba del Parque Central. La gente allá era muy amable, el ambiente tranquilo salvo por los grupos de turistas que bebían y jolgoreaban en los restaurantes de lujo por las noches en fines de semana. Había servicio de buses para Santa Elena y San Benito. Algunas tardes íbamos a algunos de los poblados alrededor del Lago; a San José donde todavía se hablaba el idioma Itzá, éste descendiente del Yucateco de México, a San Andrés a visitar el Ministerio REMAR para niños y niñas huérfanos. La travesía por el Lago era riesgosa pues por las tardes soplaba un fuerte viento parecido al Xocomil del Lago de Atitlán.
En fin, vivimos un a aventura de lo más agradable, hicimos muy buenas amistades de las cuales guardamos gratos recuerdos. Han pasado varios años y siempre estamos con el deseo de volver y visitar a todas estas personas para darles un caluroso abrazo y expresarles cuanto les recordamos y queremos. En nuestra próximamente exposición relataremos las aventuras que más tarde vivimos cuando INTECAP nos envió al ¡"Curso de Kaibiles para Instructores de Intecap"!
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1 comentarios:
Le envié un comentario a su correo, pero ahora veo este blog de revista Polémica y aprovecho para reiterarle mis felicitaciones.
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