sábado, 20 de julio de 2019







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jueves, 18 de julio de 2019

RETROSPECTIVA DE LA AUSENCIA



Retrospectiva de la ausencia

Cuando falleció el notable escritor quetzalteco 
Salvador Minera Aldana 

Por: Julio Rodolfo Custodio García


El 14 de octubre de 2008, después de un derrame cerebral que lo dejó en coma por ocho días, el literato quetzalteco, Salvador Minera Aldana, falleció entre el dolor de su familia y amigos que lo apreciamos por sus altas dotas humanísticas, científicas y literarias.
Hablar de Salvador Minera sería muy extenso, debido a que, con setenta años de vida, hizo una labor como docente y como miembro del departamento de Letras de la Casa de la Cultura de Occidente, que es imposible de superar, siendo miembro por veinticinco años, de la Comisión Permanente de los Juegos Florales Hispanoamericanos, cuyo lugar será insustituible e irreemplazable.
En este reportaje incluiremos el réquiem pronunciado por el director de POLEMICA XELA, durante las exequias fúnebres realizadas en el auditórium de la Casa de la Cultura de Occidente, Descanse en paz, Salvador Minera Aldana, amigo inolvidable.

REQUIEM A SALVADOR MINERA ALDANA, PRONUNCIADO POR EL PERIODISTA J. RODOLFO CUSTODIO G., DURANTE EL VELATORIO EFECTUADO EN EL AUDITÓRIUM “MIGUEL ANGEL ASTURIAS” DE LA CASA DE LA CULTURA DE OCCIDENTE, QUETZALTENANGO, EL MIÉRCOLES 15 DE OCTUBRE, A LAS DOCE HORAS.

“Decir adiós a un amigo y decirlo hasta el final…
decirle ¡Hasta siempre! aun cuando no se le vea más,
Es tarea difícil.
Es el llanto que nos hace un nudo en la garganta
Es la sangre misma que se agolpa en nuestro corazón
Es el palpitar de nuestra propia vida que se estremece
Es –en fin- un desgarramiento de nuestra propia conciencia.

Y viene la pregunta ¿Porqué debemos afrontar estas cosas? ¿Por qué es tan dura la muerte?
¿Por qué cuando el cuerpo en movimiento desaparece del globo terráqueo nos duele tanto y nos lastima?
¡Ah nuestra pequeñez en la vida es tal, que en un segundo se acaba todo!
En un segundo somos y después nos vamos para siempre.
Pero a la vez, la muerte engrandece a los grandes, los ennoblece, los eterniza,
Cuando se ha sembrado talento, amor y armonía.

Si. Es contradictoria la muerte.
A veces la vemos como lo más espantoso y, de pronto, la contemplamos como el dulce final de una tarea que duró pocos o muchos años.
Los grandes hombres mueren con gloria.
Mueren como soldados cuando se lo pide la madre de madres que se llama patria
Y a ella -a la patria- servimos en la guerra de la vida
En la batalla de la intelectualidad
En los combates de la inteligencia y de las ideas.
Se muere con honor
Con dolor, sí, pero con honor.

Salvador Minera Aldana. ¡Salvita!
Querido amigo, adalid de las letras
Su vida fue una diáspora de intelectualidad para Quetzaltenango
¿Cuánto duró esa diáspora? ¿Setenta años? Unos más, unos menos.
Y queda un vacío. Un hondo y terrible abismo entre ayer y hoy
Entre la vida de Salvador Minera y la ausencia física de un intelectual
Que sembró los versos y las letras en renovadas inspiraciones infundidas por las propias callejuelas de sus barrios amados: Las Flores, Los Chocoyos y el parque Centro América.


Su recorrido cotidiano, hasta llegar a este templo que está enriquecido con su numen fecundo de pensador y de estudioso de las letras, lector de libros y discutidor de temas profundos.
Venimos hoy, Salvita, a rememorar toda una vida dedicada a los Juegos Florales de Quetzaltenango… y a otros Juegos Florales, porque el talento y el conocimiento de las letras, le permitieron ser jurado calificador en cientos de eventos de los cuales era la Casa de la Cultura de Occidente, la rectora y la conciencia.
Quetzalteco e intelectual. Amigo y compañero. Rector y Maestro
Hoy venimos a colocar en su lecho de muerte, una rosa de Osmundo Arriola;
A pronunciar con el alma desgarrada, un “Madrigal en voz baja” de Alberto Velázquez;
Un arrullo con la mente de Maíz, con los labios de Maíz de Werner Ovalle López;
Y a encaminarlo en las calles de su Ciudad amada, para que lleve en sus alforjas de romero, el ritmo y el color de este paisaje, como lo hizo Carlos Wyld Ospina.
Y de los Juegos Florales, de la Comisión a la que tanto quiso y sirvió sin interés económico alguno, Llévese la flor natural, la monja de oro y una corona de laurel sobre su frente.
Que todos los poetas de todos los tiempos canten sus mejores versos en esta solemne hora de su funeral, en la Ciudad de sus amores, Quetzaltenango.




OSMUNDO ARRIOLA



OSMUNDO ARRIOLA
El tipógrafo que transformó la poesía

Por Julio Rodolfo Custodio García
Revista POLÉMICAxela
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En el frontispicio del Teatro Municipal de la ciudad de Quetzaltenango, con una imponente fachada en piedra tallada del orden Jónico, después de la calle principal y dentro de los jardines frontales, se yergue, entre otros, el monumento a don Osmundo Arriola, el primer poeta laureado del glorioso certamen de Juegos Florales, con dos premios sucesivos en el inicio del certamen en 1916 y 1917.
El nombre de Osmundo Arriola está labrado con caracteres de oro en las letras y en la conciencia misma de todos los quetzaltecos, porque, aparte de ser un entusiasta forjador de la literatura a través del periodismo, tuvo la feliz idea de proponer, como  miembro del Concejo Municipal, ante el Alcalde señor Manuel Sáenz Mérida y los distinguidos quetzaltecos Ezequiel de León, Pío M. Riépeli y los escritores Licenciado Filadelfo J. Fuentes, Jaime Sabartés, Gregorio Aguilar e Ignacio Sáenz Ocaña, la creación del nobilísimo certamen literario de los Juegos Florales.
De 1916 para la presente época, han transcurrido más de 100 años y más de ochenta certámenes que culminan en el Teatro Municipal cada 12 de septiembre, dentro de las festividades de la Feria La Independencia.
Su producción literaria no se ha podido dimensionar, porque en el periódico diario CRONOS del cual era director y propietario, realizó una enorme producción en prosa y publicó muchos de sus versos; no obstante, sus poemas más conocidos son “Canto a Minerva” con el que obtuvo el primer lugar en el primer certamen realizado en 1916 y “Querido Rincón” que también obtuvo el primer premio y la flor natural en 1917.  Otro de sus hermosos y bellos poemas, aun cuando no obtuvo reconocimiento público alguno, es “el poema de las rosas” que le canta a esa hermosa flor que adorna los jardines quetzaltecos y del mundo.
Osmundo Arriola se inició en las lides de la tipografía en la empresa del doctor Antonio Grimaldi llamada Imprenta La Industria, en los primeros años del siglo XX.  Según crónica del historiador Carlos Román Alvarado Pinto, la hija del fundador, doña Juana Grimaldi de Izaguirre, buscó personal que fuera capaz de sostener la producción y encontró a los hermanos Guillermo y Osmundo Arriola y a poco la imprenta fue tomando auge hasta convertirse en una empresa productiva.
Pero la obra más significativa de don Osmundo Arriola, fue en su empresa tipográfica en la que editaba el diario CRONOS por la década de 1930, principiando con el lema “Solo la verdad, la justicia y la ecuanimidad”; pero en sus página escribieron grandes poetas y literatos que, por aquellos años, abundaban en Quetzaltenango.
Con la cimiente de su poesía laureada en un certamen que fue haciéndose exitoso hasta convertirse en hispanoamericano, como ocurre en la actualidad, el nombre de Osmundo Arriola estará siempre en alto por la Comisión Permanente de Juegos Florales, por la intelectualidad del mundo y por los quetzaltecos de corazón que, en el busto que lo honra frente al Teatro Municipal, recuerdan al vate que un buen día, al cantarle a la diosa Minerva, abrió para las letras de América, el camino que se vislumbra exitoso y siempre acoplado a la realidad de la vida en el tiempo y el espacio a través de la poesía.

Majestuoso Teatro Municipal de Quetzaltenango con su fachada en 
piedra tallada del orden Jónico.  (Foto Julio Rodolfo Custodio García)