sábado, 8 de diciembre de 2007

De nuestra historia

Prof. José Antonio Méndez Mechitas1939@yahoo.com

Esa fue, pues, la Guatemala de los 40’s. Después de la “Revolución del 44”, quedó al mando de nuestra nave republicana un “Triunvirato”, constituido por un civil el Ciudadano Jorge Toriello, y dos militares el Coronel Francisco Javier Arana y el Capitán Jacobo Árbenz Guzmán.
En las siguientes elecciones presidenciales del año 1945 quedó electo el Doctor Juan José Arévalo, un intelectual oriundo de Taxisco del departamento de Santa Rosa en el sur oriente de nuestro país. Juan José Arévalo había estado viviendo en la ciudad de Tucumán en la República Argentina. No sabemos cuánto podría él haber conocido realmente de su país, sobretodo del interior, donde desde la época colonial persistían los índices más tristes y vergonzosos de pobreza y miseria, de analfabetismo, de ignorancia crasa y total, y de carencia de los servicios básicos de salud y supervivencia. Lo cierto es que la población se lanzó a las mesas electorales entusiasmada por el primer periodo de democracia que se avecinaba después de las dictaduras de Manuel Estrada Cabrera y de Jorge Ubico, a votar por Arévalo. Éste hizo bastante obra, creó el IGSS, abogó por los derechos laborales de los trabajadores, los sindicatos, construyó escuelas como las “Tipo Federación”, promovió la autonomía universitaria, y mantuvo la paz. Su gobierno fue bastante positivo. Éste fue el “Primer Gobierno de La Revolución.” Sin embargo, las masas campesinas, los indígenas en el altiplano y en el oriente del país, permanecían analfabetas, sin acceso a los servicios básicos de educación, salud y protección. El crimen, como lo vemos hoy día, en esa época era prácticamente inexistente, salvo por uno que otro robo, algún atentado a la propiedad privada y a la integridad física de las personas. La policía y el ejército eran entidades públicas que inspiraban respeto y confianza. Quizás el suceso más triste y penoso fue el asesinato de uno de los triunviros del 44, el Coronel Francisco Javier Arana. Este fue emboscado en el Puente de la Gloria sobre el Rió Michatoya en la Ciudad de Amatitlán. Algunos le achacaron el crimen al presidente Arévalo pero nunca se probó nada.

Como ya lo describimos anteriormente, este fue un periodo de paz y tranquilidad en el país, en todo el territorio. No se conocían los movimientos guerrilleros, tampoco los levantamientos populares. Al finalizar el periodo presidencial del Dr. Arévalo, surgió como candidato favorito el otro miembro del Triunvirato del 44, el ya Coronel Jacobo Arvense Guzmán, oriundo de Quetzaltenango. El problema mayor para la población de Guatemala siempre había sido el de la tenencia de la tierra. Desde tiempos coloniales la distribución de la tierra había estado bajo el capricho de los ricos y poderosos, en su mayoría descendientes de la casta criolla española y algunos más, nuevos ricos hechos a costa de la explotación de los campesinos en las fincas de café. Así es que el nuevo presidente planifico, junto a sus principales asesores y consejeros una ley agraria la cual se conoció como el “Decreto 900.” Esta ley castigaba las extensiones de tierras ociosas de los latifundios y se las asignaba a los campesinos que carecían de tierra propia. Indudablemente que al gobernante le faltaba experiencia para embarcarse en semejante empresa. Luego se enfrentó a los poderosos terratenientes quienes temblaban ante la posibilidad de perder siquiera una parte de sus extensas propiedades. Era, viéndolo desde el punto de vista egoísta y miope de estos grupos, de las llamadas familias pudientes y de los nuevos ricos, un terrible atentado a la propiedad privada. Algo muy parecido a las protestas de los “neoliberales” de ahora.

Por otra parte, los asesores, ministros de estado y operadores de gobierno parecían estar llevando a cabo un experimento social. Muchas tierras fueron expropiadas, principalmente las de las compañías extranjeras como las de la “United Fruit Company” de los Estados Unidos. También la reina de holanda poseía una gran extensión de tierras las que hoy forman el Parcelamiento Monterrey en el departamento de suchitepéquez, unas 700 caballerías de tierras ubérrimas. No sabemos como esas tierras quedaron pasaron después a manos del Estado. Lo cierto, es que el experimento de la Ley Agraria fue un fracaso desde el comienzo. Los campesinos recibían la tierra pero no tenían experiencia en ser propietarios, se les dio dinero en efectivo para comprar materiales de labranza, tractores y suministros agrícolas. Pero, la misma ignorancia del campesinado hizo que los beneficiarios gastaran el dinero en otras cosas, incluyendo el consumo desordenado del alcohol barato con que siempre se embriagó a la población pobre e ignorante. Por aquellos días y antes de irnos para Norteamérica nosotros recordamos haber visitado varias áreas agrícolas, siendo aún unos niños, y recordamos haber visto cómo las famosas “Rockolas” y su consabido sequito de “Rockoleras” seguían a los hombres del campo en los parcelamientos agrarios como Cuyuta en Escuintla, y otros. Al mismo tiempo que esto sucedía, los líderes agrarios como Víctor Manuel Gutiérrez y Carlos Manuel Pellecer, hacían de las suyas en el gobierno, aún a espaldas del propio presidente Árbenz Guzmán. El entonces presidente estaba interesado en la instrucción religiosa para la tropa en los cuarteles militares, sus intenciones para el país eran buenas y sinceras, además fue un presidente que no sobó ni escandalizó como la mayoría de sus sucesores en el poder. Mientras tanto, en algunos sectores intelectuales se gestaba un movimiento comunista, y en otros se cultivaba el caldo de la rebelión, principalmente dentro del sector poderoso de los terratenientes. Fue así como se llegó a planificar una invasión al territorio nacional supuestamente impulsada por la agencia de la CIA de los Estados Unidos. Bueno, de esto hablaremos en nuestra próxima edición.

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