jueves, 11 de octubre de 2007
“Por los caminos de mi Tierra”
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por los caminos de mi tierra
Prof. José Antonio Méndez de León
En nuestra última participación prometimos relatar nuestro paso por el ²Campamento de La Pólvora del INTECAP. ² La Pólvora se llamó el campamento donde se entrenaban los comandos Kaibiles desde la Base Militar de Poptún, en Peten, durante el Conflicto Armado Interno. A su vez, el INTECAP también contaba con su propio campamento para los instructores e instructoras que salían al campo a prestar sus servicios. Me llamaron de la Central en la Capital, encontrándome yo trabajando en una empresa de computación en la Ciudad Capital. ²Necesitamos alguien que vaya a Petén a las áreas selváticas del norte, para capacitar en el idioma inglés al personal que opera turismo en esa zona .² Yo, con espíritu aventurero, dije que iría, recibiendo previa información de las condiciones de trabajo, vivienda y alimentación. Se me dijo que trabajaría a la par y bajo los auspicios de Centro Maya, entidad gubernamental que estaba apoyando a las nacientes comunidades de la post-guerra en esa área.
Partimos en la ²Fuente del Norte², transporte que cubría la ruta Guatemala-Santa Elena, Petén. Nos tomó cerca de doce horas llegar a la cabecera, el camino, a partir de San Luis en Peten, se tornaba accidentado y el autobús se atascaba a cada rato. A veces tenía que bajarse todo el pasaje y ayudar a empujar el bus para adelante; era la época de lluvias así que había que mojarse. Ya habíamos estado en Petén así que sabíamos que allí las cosas no eran fáciles. En el viaje nos acompañamos de toda clase de personas; investigadores arqueólogos que iban para las zonas selváticas, agrónomos, representantes de ventas, pastores evangélicos, monjas, estudiantes que iban a visitar a sus familiares, turistas, etc. Nos hospedamos en un pequeño y económico hotel, en Santa Elena. A la mañana siguiente nos presentamos en Centro Maya para conocer a la personas que nos llevarían al puerto fluvial Betel en las orillas del gran Río Usumacinta. Toda la mañana nos tuvieron esperando hasta que finalmente nos entregaron unos papeles, un viejo mosquitero y tuvimos que comprar un galón de agua. Nuestra guía sería una joven y pequeña muchacha guatemalteca que trabajaba para el Centro y que varios idiomas.
Ya entrada la tarde, partimos hacia el norte en ²La Reina de la Selva² un viejo y destartalado autobús donde viajaban hombres y mujeres de la selva, chicleros, parcelarios, comerciantes y unos cuantos ²canchitos. ² En la parte trasera del aparato viajaban apilados y bien amarrados varios marranos, chompipes y gallinas. Todo el mundo sudaba a mares pues el calor era insoportable a esa hora, quizás de unos 38 o más grados centígrados. Atravesamos los llanos de la Libertad, población del mismo municipio, luego el Paso del Rio Subín y el desvío hacia Sayaxché, y finalmente el tristemente célebre poblado de Las Cruces (donde se cometió una masacre por el ejército en los años 80), llegando al parcelamiento Vista Hermosa. Ya entrada la tarde llegamos a Bethel, a eso de las seis treinta, bajo una lluvia pertinaz. Al nomás bajar me percaté de donde estaría yo, a saber por cuanto tiempo; A esa hora titilaban candelas en los pocos ranchos alrededor del campo de futbol, o sea que, ¡no había luz eléctrica!. Luego, el bus se deslizó por entre una vereda de lodo patinando hasta llegar frente a una gran rancho de paja donde se asomaban caritas de niños y curiosos viendo llegar el transporte. Todo el mundo se bajó apresuradamente para estirar las piernas, el viaje había tomado más de seis horas!
Ahora tendríamos que ver donde habríamos de hospedarnos, y comer algo, y descansar, veníamos todos molidos. Mi guía me indicó que me quedaría en el rancho de Centro Maya donde vivían los agrónomos del proyecto y los encargados del Centro en la aldea. Eché una mirada y vi que los ²dormitorios² quedaban arriba en una especie de cueva oscura y maloliente. Solo vi caras poco amigables y retrocedí espantado. Llovía a cántaros y yo ya tenía deseos de llorar, y de encaramarme al bus e irme de regreso para Santa Elena! Después supe que varios instructores habían tomado esa decisión y que esa era la razón por la cual me habían mandado allí – a ver si yo resistía la experiencia. De repente se acercó un joven alto y colocho, sonriente y amable y me pregunto dónde me iba a alojar. Le dije que en cualquier parte menos en ese calabozo. Entonces sucedió algo inesperado, ²Yo trabajo y vivo en la Cooperativa Maya Lodge a dos kilómetros de aquí, en la orilla del río, te podés quedar con nosotros pues los empleados de la cooperativa vamos a recibir clases con vos.² Respiré hondo y le di gracias a la Providencia. Me parecía increíble tener un comienzo así, con tanta suerte. Éste sería el comienzo de una grande y sincera amistad con Edgar el cocinero de la cooperativa, mi gran amigo.
El Lodge o serie de bungalitos no tenía planta eléctrica, solamente placas solares las cuales se calentaban durante el día y cargaban baterías para un poco de iluminación por la noche. En el centro de los bungalitos había un ranchón de palma de manaco , era el comedor y la cocina, más un pequeño bar. Edgar me mostró mis habitaciones, un minúsculo bungalito con dos camastros de madera y amplias ventanas. Allí habría de pasar uno de los mejores tiempos en aquellos lugares, eso jamás lo olvidaré!
En esa zona amanece muy temprano, una bola roja, el sol del norte, aparece sobre las copas de ,los grandes árboles que circundan la selva, desde antes de las cinco de la mañana. El calor se hace sentir intenso desde esa hora. Edgar me fue a buscar, el desayuno estaría listo en unos minutos. Mis clases de inglés comenzarían a las cinco de la tarde. No sabía entonces la maravillosa y emocionante experiencia que me esperaba. ¡La Providencia seguiría trabajando a mi favor!
¡En nuestra próxima entrega continuaremos esta emocionante aventura en las selvas de Guatemala!
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1 comentarios:
ALFREDO MENA VELARDE DIJO:
¡Qué crónica más bonita y llena de vivencias personales!
Estoy conociendo la página de revista POLEMICA y deseo seguir disfrutando los artículos del señor José Antonio Méndez de León, a quien felicito e insto a seguir adelante.
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