jueves, 1 de agosto de 2019







Crónicas históricas de Oscar Soto


La revolución de 1897

  Lic. Oscar Soto
quetqui2003@yahoo.es



“Y sonaron los cañonazos”, expresión de algunos venerables ancianos, cuando hacen memoria de lo que aconteció en la ciudad de Quetzaltenango en septiembre de 1897, esto se ha venido repitiendo de generación en generación.

Llamar revolución a este hecho histórico, no es lo más recomendado, puesto que sus objetivos no eran el realizar un cambio sustancial en el modelo de gobierno que se tenía, pero si influyeron causas económicas, electorales y políticas.

Hay quienes confunden este hecho con el de El Estado de Los Altos, pero fueron en diferente época, los motivos con alguna similitud, ambos pensando en el imperio de la ley.

Cuando en la pacífica ciudad altense culminaba la revolución musical del maestro Sebastián Hurtado, con la creación de la marimba doble, otro acontecimiento nada musical se vislumbró por el occidente patrio, motivado por el gusto al poder que llegó a la mente del presidente José María Reina Barrios, que luego de haber anunciado un proceso electoral, decidió mediante un decreto del legislativo seguir por otro período más. El descontento fue a nivel nacional, en especial de los candidatos que estaban en plena campaña proselitista, esto dio como consecuencia la unificación de sectores que veían cómo se violaba un derecho constitucional de elegir a un nuevo presidente.

Las muestras de reproche no quedaron únicamente en protestas verbales, junto a ello vino la idea de enmendar la plana mediante lar armas, bajo la bandera de retomar la democracia, no faltaron quienes se alistaron pronto para iniciar la ofensiva que tenía como objetivo derrocar al presidente que consideraban un dictador.

Todo inició por el occidente, en el departamento de San Marcos, las fuerzas se encaminaron a la ciudad de Quetzaltenango, donde debido al espíritu de libertad que siempre ha existido en esta región, no faltaron los que de inmediato se incorporaron a este movimiento reivindicador, entre ellos algunos inquietos estudiantes del Instituto Normal para Varones de Occidente (INVO).

Las tropas gubernamentales al sentir que no podía controlar la avalancha que venía, decidieron capturar a personas de reconocida honorabilidad y llevarlos a prisión, entre ellos al alcalde quetzalteco Licenciado Sinforoso Aguilar y a Juan Aparicio, hijo, por más que se pidió su libertad esta nunca se dio, al contrario pensaron tenerlos como una carta salvadora y se dijo que si las fuerzas revolucionarias entraban a Quetzaltenango los fusilarían. Esto no amedrantó a las tropas que ya estaban próximas a llegar a esta ciudad, y entraron, la sentencia se cumplió y Aguilar junto a Aparicio fueron fusilados enfrente de la iglesia San Nicolás que en esa época se ubicaba en la doce avenida de la zona uno, cerca del INVO, esto un trece de septiembre de 1897.

El fusilamiento o asesinato de estos dos patricios no fue suficiente para aplacar a los revolucionarios, que en feroz encuentro lograron vencer a las fuerzas gubernamentales, se comenta que fue tan grande el números de muertos que no dio tiempo a darles una sepultura como se acostumbra, incluso muchos fueron llevados en carretas y sepultados en una fosa común en el cementerio general, donde anualmente cada 13 de septiembre se realizan actos en honor a los que murieron por defender la libertad. Otros fueron enterrados donde caían muertos, no faltando quienes eran sepultados en algún sitio de sus casas, por ello en ocasiones que se han hecho cimientos para alguna construcción nueva han aparecido osamentas humanas.
El fusilamiento de los dos patricios quetzaltecos no pasó desapercibido por la municipalidad quetzalteca que en sesión de concejo acordó desconocer a José María Reina Barrios como presidente de Guatemala.
El triunfo fue para los rebeldes, las tropas del gobierno tuvieron que salir huyendo, cuando se pensó que el derrocamiento estaba consumado, apareció el malo de la película, el general Daniel Fuentes Barrios, sobrino del presidente Reina Barrios, que vino al mando de las fuerzas rebeldes que ingresaron a Quetzaltenango, a él se le atribuye una traición, según algunos historiadores como José Ramón Gramajo y Lizardo Díaz, manifiestan que luego de dirigir a los revolucionarios se vendió y, en vez de seguir con paso triunfador hizo una pausa, lo que dio lugar para que se reagruparan los oficialistas, luego el general Daniel Fuentes partió al extranjero, se llevó un botín recaudado con fondos para la “revolución” y como complemento, según afirman algunos, fue a cobrar un cheque que le dio el presidente Reina Barrios.

El 4 de octubre cae la plaza de Quetzaltenango, con la cauda no sólo de la derrota de los revolucionarios, sino, además la deserción de Fuentes Barrios, con lo que supuestamente se aseguraba José María Reina Barrios un periodo más en la presidencia, violando las leyes patrias, cosa que no pudo cumplir, pues fue asesinado el 8 de febrero de 1898 por el ciudadano alemán Oscar Zollinger como venganza por el fusilamiento de su amigo y patrón Juan Aparicio, con ello finalizó la vida de un presidente que tuvo un buen inicio de gobierno y al final dejó endeudada a la nación y un mal recuerdo por su reelección hecha a la fuerza quedando como un dictador.

En todo este acontecimiento no se puede dejar de mencionar al Licenciado Manuel Estrada Cabrera, que ocupó cargos importantes durante el período de Reina Barrios y llegó a ser el primer designado a la presidencia, lo que implicaba que en caso de muerte del presidente, sería él quien tomaría las riendas del país, ante esto existe la teoría que él pudo haber intervenido tanto en la muerte de Juan Aparicio, por rencillas personales y además haber planeado la muerte del presidente Reina Barrios para asumir al poder, como aconteció.

El fin de la “Revolución del ’97", como se le conoce, no dejó sólo pérdida de vidas humanas, sino con ello también se impusieron pagos obligatorios a los principales personajes de la clase alta de Quetzaltenango, entre ellos no se salvó el famoso Eusebio Ibarra, más conocido como don Chebo, que en primera instancia colaboró con los revolucionarios y luego pagó su cuota al gobierno, al igual que muchos otros ciudadanos que se identificaron en la lucha contra la reelección de Reina Barrios.

Esta lucha por no permitir la reelección impuesta, no quedó en el olvido, prueba de ello el monumento que se pensó realizar en la entrada a Quetzaltenango que no se terminó por diferentes factores, incluyendo el terremoto de 1902, la idea se retomó después y en el año 2007 se concluyó una réplica, sólo que en esta vez ya no sólo dedicada a los de la “revolución” de 1897, sino también a los héroes del Estado de Los Altos, la paz y otros, lo que considero le quitó su identidad, a la par casi escondida entre las casetas de comida, aún queda una columna del monumento al “Soldado desconocido” dedicado también a quienes lucharon en 1897.

Del monumento original se rescató el texto que llevaría, está en el Arco inaugurado en 2007 y reza:

El amor a la libertad los hizo héroes;
El odio a los tiranos los hizo mártires.

Esta es otra página, cívica, heroica y trágica escrita en la ciudad de Quetzaltenango, que siempre se ha pronunciado contra las dictaduras y tiranías de nuestra historia local, nacional y centroamericana.



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