jueves, 17 de febrero de 2011

LA PATRIA QUE YO NO QUIERO




La Patria que yo no quiero
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J. Rodolfo Custodio G.
Revista POLEMICA XELA

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A partir de la Revolución del 20 de octubre de 1944, Guatemala se convirtió en la cabeza de Centro América con la legitimidad enriquecida por los dos regímenes que la condujeron: Juan José Arévalo Bermejo y Jacobo Arbenz Guzmán.
El primero concluyó su período de seis años -que era el establecido por la Constitución suscrita a raíz de la caída de Federico Ponce Vaides- iniciándola el 15 de marzo de 1945 y concluyéndola en 1951.
Ese quince de marzo (fecha en que asumía el Presidente y el Congreso de la República) de 1951, principiaba la marcha del segundo gobierno revolucionario que traería cambios sustanciales y el odio de la oligarquía centroamericana, azuzada por la propaganda de la CIA norteamericana que se empeñó en señalar a Arbenz como la cabeza de la entronización del comunismo, en la época más sensible que vivía el mundo, pasada la segunda guerra mundial, en plena guerra de Corea e iniciándose la guerra fría que partió al planeta en dos, con la angustia de la proliferación de las armas nucleares.
Pero Guatemala marchaba por sendas de verdadero progreso y se iniciaba la reivindicación de los pueblos tradicionalmente pobres y olvidados del país, encabezados por el doctor en pedagogía, Arévalo Bermejo, cuyo gobierno se basó en aspectos educativos y formativos, tomando la Pedagogía como arma para combatir la ignorancia e iniciando programas educativos para los niveles de primaria y secundaria, con grandes adelantos conocidos y aplicados en Argentina, de donde venía el primer mandatario.
Cabe mencionar que en esa época logró su autonomía la tricentenaria Universidad de San Carlos de Borromeo, el deporte federado, los municipios del país y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social.

Aquella Patria era la gloria de Centro América y un buen ejemplo para los países del continente, porque se incrementó el comercio, la industria, la ganadería, se construyeron puertos que aún están en servicio con gran capacidad, las fuentes de trabajo principiaron a fomentarse hasta formar una clase media muy importante, que tenía dinero y podía pensar en construir una casa propia y, más adelante, con el Decreto 900 de Jacobo Árbenz, contar con una importante parcela en propiedad, cada campesino.
Parecía un sueño y a veces uno piensa que realmente así fue, porque duró tan poco que no se puede concebir que nuestra patria Guatemala se haya hundido en un período relativamente corto y llegado a extremos realmente vergonzosos, como los que estamos viviendo.
La caída de la calidad de vida, el acceso a la educación, las conquistas laborales que ahora son una pantomima, los niveles de pobreza y extrema pobreza, la hambruna, el caos, la anarquía, el crimen, las maras, los robos, la inseguridad, los asesinatos que jamás se castigan, la violación y asesinato de mujeres, la incursión de verdaderos gángsters en las esferas de gobierno, la presencia de diputados y diputadas ignorantes y aprovechados al Parlamento y el haber confiado la dirección del país a un personaje que la delegó a su esposa en una campaña política sin precedentes que se inició el propio 14 de enero de 2008, cuando tomó posesión; la implementación de programas con careta de ayuda social a los más necesitados y el abandono de todas las necesidades básicas que tiene Guatemala como Nación, nos han llevado a bajar de aquella cumbre en que nos había colocado la Revolución de Octubre, hasta un vergonzoso lugar que está entre los últimos del mundo entero.
Sin hacer mofa de nuestro vecino en Meso américa, Haití, que ha sufrido los desgobiernos y las tiranías parecidas a las que se dieron en nuestra patria después que el traidor esbirro Carlos Castillo Armas encabezó la invasión a Guatemala y terminó en nombre de la CIA, la oligarquía y la iglesia Católica, con las grandes conquistas sociales y económicas que colocar en primerísimo lugar a nuestra patria en el concierto de naciones del mundo, sin burlarnos de ese país mártir, hacemos alusión a la acotación, quizás lapidaria que expresó un pensador y dijo: “Gracias a Dios que existe Haití, porque si no, estaríamos nosotros en el último lugar en todo”.

Es necesario renovar esta Patria
En una encuesta realizada por personal de POLEMICAXELA, la mayoría de personas entrevistadas manifestó que ya no es posible vivir en Guatemala con la inseguridad que está continuamente en las calles.
A la pregunta ¿Quiere usted seguir viviendo en el país? un buen porcentaje respondió que no. Que ya no desea vivir en esta anarquía e inseguridad y que es indispensable que se castigue a los delincuentes con sanciones ejemplares, incluyendo la pena de muerte.
¿Y si no quiere vivir aquí, hacia dónde quisiera marchar?
A esa interrogante, un 80 por ciento manifestó que todo su deseo es vivir en nuestro territorio pero lo que rechazan es su sistema de gobierno que no es capaz de controlar la violencia; dicen que aman a Guatemala pero si es necesario tener qué abandonarla, buscarían los Estados Unidos o Canadá, para iniciar una nueva vida.

La Patria que yo no quiero
Guatemala ocupa ahora los índices más bajos del mundo en salud, seguridad y acceso a la educación.
Si es cierto que el mundo ha progresado proporcionalmente en los últimos cincuenta años que en toda la historia, no lo es menos el hecho de que la desigualdad entre las naciones es una de las características que mejor definen al mundo contemporáneo.
Este fenómeno se traduce, sobre todo, en las grandes diferencias existentes entre los pueblos en el acceso a bienes y servicios básicos, y es consecuencia de los procesos económicos que, con diferentes resultados, se han experimentado en las últimas décadas.

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