lunes, 29 de marzo de 2021
EDICION MARZO-ABRIL 2021
Sanando a los sanos
Harry Thomas Danvers *
“Nothing is either good nor bad, but thinking makes it so”
“Nada es
bueno ni malo, solo en pensar lo es”
Esta gustación de Hamlet de Shakespeare, fue la
fundación de la religión de la Ciencia Cristiana creada por Mary Baker Eddy de Boston.
Su filosofía prohibía los médicos y la medicina, exponiendo que
la mente sana era suficiente para curar cualquier enfermedad. Escribió un
libro, que explicó todo eso. Se debía leer
el libro todos los días, para ser un miembro de la iglesia.
Tengo que confesar que conozco de cerca esa religión y mi
opinión es que a veces funciona y a veces no.
Existen otras sectas con las mismas creencias de que la mente
es el centro del cuerpo. Todo responde a su preparación sana y el
comportamiento del cuerpo responde positivamente.
Personalmente, estoy de acuerdo que la mente es como un
gobernador, para el resto del cuerpo. Cuando la mente está sana, no hay
novedad. Si no es así, siempre los resultados son negativos. En otras
palabras, yo creo que la mente nace sana pero con el paso del tiempo, la vida
pone obstáculos, y la mente sana cambia.
¿Entonces qué podemos hacer? Hay que mantener una mente
balanceada, y en mi opinión una forma óptica sería cultivar el
arte.
La historia refleja una serie de tres
periodos para el arte. El primero es el Periodo Clásico, entonces una
reacción de esto, llamado el Periodo Moderno. La reacción de esto es el
regreso al Tiempo Clásico otra vez.
El Tiempo Clásico respeta las reglas de sus respectivas artes.
Está bien pensado, delineado y terminado.
La reacción de esto es burlar las reglas. Sale esporádico,
desorganizado y no terminado. La gente, sin ser verdaderamente entrenada,
porque el público es demasiado grande para entrenar, es, sin embargo,
bien informada. Esa gente quiere
responder a toda clase de arte. Es un punto de orgullo de entender y apreciar
todo. Entonces el artista conoce esto, y aprovecha haciendo obras demasiado distraídas para
ser refinadas. A la vez, la gente acepta esto como originalidad. Lo que es
vago, se interpreta como correcto. Todo eso compone el Tiempo Moderno.
La reacción debe ser regresar al Tiempo Clásico.
Esto significa el respeto de las reglas y la búsqueda del
orden para la obra. Tal vez la
cultivación del arte no es la única solución para sanear la mente, pero es
un paso hacia la finalidad deseada, y un buen consejo para el tiempo de la
pandemia.
*el contenido y redacción son
responsabilidad del autor.
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Desastre de un espacio público olvidado
La plazuela del Marimbista se cae a
pedazos
Por J. Rodolfo Custodio G., Revista POLEMICAxela
(Fotos de José
René merlos)
La Plazuela del Marimbista es una obra que nació en 1980 y tiene historia de esfuerzo y sacrificio, además de una representatividad sobre la cultura y el arte quetzalteco
Por
aquellos ya lejanos años, el alcalde de la Ciudad licenciado German Scheel
Montes, se propuso crear un sector citadino que fuera escenario para
presentación de marimbas y artistas quetzaltecos, pero que, además, se convirtiera
en un monumento que le dijera al mundo cómo una Ciudad puede hacer arte y
cultura en la propia calle.
Tenía,
además de su escenario y su graderío que conformaban el teatro al aire libre,
un hermoso espacio con grama y arbolitos decorativos que separaban ese centro
de arte con la “plazuela de las roscas y las manías” porque se le ocurrió al
buen alcalde, que se podría tener un sitio turístico que llamara la atención y
fuera un espaldarazo a los propietarios de hoteles y restaurantes del centro
de la Ciudad a donde pudieran asistir sus huéspedes.
Pero
las cosas no quedaron ahí. Aquella obra de
arte diseñada y dirigida por el gran quetzalteco ingeniero Jorge Miralbés
Rubio, que fue la mano derecha de Scheel Montes, tendría “secretos” que le
hicieran tomar vida propia y fuera una caja de tesoros citadinos que dijera al
mundo, alguna vez, la entraña misma del arte citadino.
Entonces
se dispuso crear una especie de urna en la parte subterránea del escenario y la
primera joya que se “sembró” en el lugar, fue un frasco grande y sellado donde
se introdujo toda la documentación de “La historia de la marimba” escrita por
Víctor Salvador de León Toledo, dando fe pública el entonces Asesor Jurídico de
la Municipalidad de Quetzaltenango, la firma del Alcalde, de todos los miembros
del Concejo y de algunos quetzaltecos distinguidos que presenciaron el
acontecimiento.
Se
deseaba continuar introduciendo allí otras historias verídicas con sus propios
autores, pero concluyó la administración de German Scheel Montes y su gran
Concejo Municipal… y aquello se olvidó.
Por
supuesto que el cuidado y promoción de ese bello parquecito que era un teatro
al aire libre estaba bajo la custodia de la dirección de la Casa de la Cultura
de Occidente; pero, como han pasado
tantos directores y duran tan poco tiempo en el cargo debido a los caprichos de
sucesivas administraciones municipales, aquello ni lo saben y yo se los digo a
través de este artículo, porque en aquellos tiempos me desempeñaba como Jefe
de Relaciones Públicas de la Municipalidad de Quetzaltenango.
Cuando
vi las fotos de José René Merlos, que tuvo la gentileza de hacérmelas llegar
por vía Messenger, me llené de tristeza y dispuse escribir este artículo como
elemento histórico de un gran alcalde con su Concejo Municipal… y de notables hombres que colaboraron con él, porque, si en este momento se hiciera un
presupuesto y se dispusiera construir un teatro al aire libre como ese,
costaría muchos millones; mientras que en aquel modesto y digno escenario, apenas
se invirtieron unos cientos de Quetzales porque todo se logró por buenas acciones de los
quetzaltecos de la última generación digna que se dio en la Ciudad de la Estrella.
Este basurero que es parte del escenario, fue testigo de grandes presentaciones incluyendo el programa “Chapinlandia” que se transmitió en vivo en cierta ocasión.
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Hubo una administración que tuvo la espantosa idea de demoler esa plazuela que está en el costado Oriente de la Casa de la Cultura de Occidente, porque se podría utilizar para el paso de vehículos o parqueo de los mismos; otras administraciones autorizaron ventas informales y ventas de comida que fueron proliferando hasta casi asfixiarlo.
El cielo del escenario está destruido y las bases de las lámparas son testigos mudos de que un día iluminaron el espíritu artístico de nuestros grandes valores quetzaltecos.
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Así, en vez de conservarla y darle vida, la han olvidado y ahora el escenario amenaza con desplomarse, las gradas están deterioradas y sucias… y podría quedarse así, como dormitorio de indigentes, alcohólicos y drogadictos, sitio para orinar o defecar, o nido de perros callejeros… o, en el peor de los casos, que por fin fuera demolida.
¿En que se ha convertido aquel altar que guarda secretos e historias de mejores ciudadanos que los que ahora viven en Quetzaltenango? Las fotos son más que elocuentes.
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HARRY’S CORNER
El gringo... ¿que significa?
En el año 1845, Los Estados Unidos anexó el territorio de Texas, como
parte de su unión. En el mismo año,
hubo una plaga para la comida única de los irlandeses, la papa. En el
siguiente año, empezó la guerra entre Estados Unidos y México.
Los sobrevivientes de la plaga de papa llegaron a los
Estados Unidos, y como los hombres eran robustos y les gustaba chupar
y pelear, el gobierno de Los Estados Unidos les ofreció la ciudadanía, si
prestaban servicio en su ejército. El trato fue aceptado y los irlandeses se
fueron a la guerra en México.
En sus rangos cantaban una
canción de su país. En inglés es: green
grow the lilacs, all sparkling with dew....lo que se traduce en
español como “verde crecen la lilas, todas relucientes de rocío”.
Los Mexicanos no entendieron el inglés, entonces juntaron las dos
primeras palabras...Green grow y se
formó el vocablo gringo, diciendo...¡Ahí vienen los gringos otra vez!
Bueno, esta es la definición, pero: ¿Qué significa? En una
palabra extranjera.
La historia cuenta que desde Egipto hasta Grecia y Roma,
siempre había odio para los extranjeros. Los griegos, aun, dijeron que los
extranjeros eran bárbaros. Había dos excepciones: los hebreos y el
filósofo Confucio.
Ellos compartieron lo que se llama...La regla de oro que dice: “Trata
al extranjero como quieres ser tratado”.
Yo sí conozco este fenómeno del odio para los
extranjeros, porque soy del norte. Tengo cincuenta años viviendo en América
Latina y siempre la gente me pregunta si me gusta ser llamado gringo. Tengo que
confesar que depende de la situación. Por ejemplo, si viene un bolo, con odio
en sus ojos y listo para escupir en mi cara y después grita: ¡Gringo!
No me gusta; pero si se dice: Tengo un amigo gringo que vive por ahí, entonces
no hay problema.
Tuve la oportunidad de conocer muchas culturas,
cuando estuve trabajando en los barcos de la marina mercante de los Estados
Unidos. A mi manera, creo que es mejor adoptar y aprender de su ambiente nuevo,
en vez de imponer su propia cultura. También soy partidario de la Regla de
Oro.
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*El contenido es responsabilidad exclusiva de su autor.
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De Celaya a Xelajú
Por: J. Rodolfo Custodio G.
Revista Polémicaxela
Hace un poco más de un año, estábamos en Celaya, Guanajuato, México, vacacionando con mi familia que radica allá y a eso de las cinco y media de la tarde principiamos a escuchar un ruido fuerte en las grandes alamedas de la entrada de esa maravillosa ciudad, donde los árboles le dan frescura y un ambiente sabroso a la vista y a todos los sentidos, como suele ocurrir con la vegetación.
Al rato eran cientos y después miles de pájaros que cantaban y graznaban en las ramas de tantos árboles y aquella algarabía silvestre era digna de admirarse y de tomarle un vídeo para traerlo y enseñar a las autoridades de nuestra patria cómo es la vida silvestre aun cuando existen grandes ciudades.
Ah, qué alegría de aves que brincaban de una rama a otra… pero eran miles, sí, miles de pajaritos que se preparaban para pasar la noche en su hábitat natural, no obstante que debajo de aquellos preciosos árboles pasaban cientos de vehículos de toda clase porque Celaya es una ciudad con mucha vida, pero tiene cerca los ambientes campiranos del bajío mexicano que es un monumento a la naturaleza en su más profunda acepción.
Y… (dicen que las comparaciones son odiosas, pero, a veces, útiles) me puse a pensar con tristeza cómo nuestra linda Xelajú se está quedando sin vegetación, sin los árboles en sus avenidas y calles y con bosques cada vez más abiertos cuando antaño no entraba en ellos ni la luz solar. Es obligatorio hacer una comparación de aquella vida silvestre tan alegre y bullanguera causada por la riqueza forestal del lugar, con la vida de una ciudad de concreto en que solo se oyen bocinazos, ruidos estridentes, sirenas de ambulancias…
Me invade la tristeza y evoco los versos del gran quetzalteco don Alberto Velázquez en su Canto a Quetzaltenango donde relata desde el terremoto de 1902 y la erupción del volcán Santa María, hasta la vida que resucitaba después de aquella tragedia. Dice: “mas vi también alzarse en tu llanura, / Oh tierra de supremas agonías,/ el árbol estelar de la esperanza / y renacer en tu redor las eras.”
Sorprendente inspiración de don Alerto, motivada por un Quetzaltenango tan diferente al actual, donde se respiraba el oxígeno puro de sus árboles y la combinación de sus distinguidos edificios de piedra, cuando dice: ¡Oh, tierra de pinares y de encinas! / que en la alucinación de los caminos / anticipas la luz de tus señuelos / con las canteras de tu piedra dócil.”
Don Alberto anticipaba un paraíso para Quetzaltenango y lo estamos defraudando, lo estamos traicionando, nos estamos olvidando de sus profecías de bien para nuestra Ciudad, porque él la calificó como la “comarca de molinos y nopales” y dijo que “tú (Quetzaltenango) permanecerás –mientras los déspotas que te humillaron solo son cenizas- bajo la exaltación de las campanas y la algazara de los clarineros”.
Pero ya no hay campanas que suenen, ni relojes públicos que den la hora, ni clarineros que anuncien la cercanía de la noche, porque ya no hay árboles.
Por eso, en aquella tarde de diciembre, cuando se escuchaba la algazara de los pajarillos en los muchos árboles de Celaya, diciéndole al mundo que ellos son la alegría de la naturaleza y que los árboles les pertenecen porque son su casa… por eso, hice una triste comparación con mi Xelajú amada, donde ya no están quedando árboles y los clarineros han migrado a otras latitudes donde ya no serán escuchados por nuestros hijos ni nuestros nietos.
De Celaya a Xelajú hay una diferencia abismal y entonces es tiempo de que todos nos levantemos para abrigar a nuestra Ciudad con muchos árboles, sembremos jacarandas, manzanos, ciruelos, pinos, muchos pinos de nuestra especie selvática única en el mundo, cipreses, cerezos, álamos… y cuantas especies podamos, para que un día nuestra diferencia se vaya achicando y alguna vez tengamos en Xelajú, más árboles y más pajarillos cantando que en Celaya, Guanajuato.
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